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OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

Obsolescencia programada

Por: Mónica Fragoso Maldonado

Estimado lector, hoy te voy a hablar de un tema novedoso, muchos de nosotros lo hemos vivido y padecido, aunque no de forma tan consiente, pocos conocíamos su implicación y efectos directos en nosotros.

La obsolescencia programada es un término que se le da a una práctica comercial que cada vez es más frecuente, mediante el cual, un fabricante limita la vida útil de un producto de forma deliberada con la finalidad de forzar al consumidor a cambiarlo de forma constante; en pocas palabras, es un conjunto de técnicas diseñadas por aquellos que laboran los productos para reducir intencionalmente la vida útil de un producto, y así aumentar la tasa de reemplazo del mismo.

Esta práctica se ha fomentado últimamente en diversos ámbitos, sobretodo en el de la moda y el electrónico, vendiendo en el consumidor publicidad en la que le hacen creer un beneficio como por ejemplo, dicen que es un gran incentivo a la actividad económica, debido a que de forma constante se requieren nuevos diseños, aparatos, piezas de ropa y por ende, un mayor trabajo en la elaboración, transportación y reparto de los mismos productos; pero cuando analizas a fondo las consecuencias, el costo beneficio es engañoso, me explico, se genera con ello una gran cantidad de residuos que no son reciclados, por ende la consecuencia mayor la sufre el medio ambiente.

Más allá de satanizar o de estar a favor de este tipo de prácticas, quiero ponerte en contexto cuáles serían cinco acciones sencillas que ayudarían a una solución al respecto, además de buscar más calidad que cantidad:

1.- Los fabricantes deben garantizar los servicios de reparación de los productos.

2.- Establecer mecanismos de reciclado y reutilización de piezas.

3.- Cobrar altas tasas de impuestos por la generación de residuos electrónicos que no sean biodegradables.

4.- Establecer un piso mínimo de plazo en el cual deban de proveerse las piezas de repuesto para la reparación de sus artículos.

5.- Informar previamente la durabilidad del producto a los consumidores a fin de elegir conscientemente qué marcas comprar.

Lamentablemente, en nuestro país este tipo de prácticas se han permitido, pues nuestras autoridades han hecho muy poco por contrarrestarlas. Los órganos encargados de vigilar y de defender los derechos de los consumidores se enfocan más a la prestación de servicios, que a la durabilidad de los productos, tal es así que la regulación al respecto es inexistente, a comparación de países como Francia donde este tipo de prácticas son consideradas un delito.

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